Fray Lucas de Almodóvar. Fraile y sanador en Nueva España

     “Al tiempo de su muerte apareció una cruz en el aire, y grande, sobre la enfermería donde acababa de expirar el Santo lego



30 de octubre de 1552

Yo, Antonio de Mendoza y Pacheco, Caballero de Santiago, Comendador de Socuéllamos, Virrey de la Nueva España hasta 1550 y actualmente virrey de Perú, redacto el presente escrito viendo cerca el final de mis días, con el fin de recordar a aquella persona que años atrás logró curarme de mis enfermedades, espantando a los diablos que consumían mi interior y prolongando mi existencia hasta el día de hoy.
Ilustración recreando Frailes Franciscanos e indígenas. (www.angelopolis.com)

Fray Lucas de Almodóvar era el nombre del lego de la orden de Nuestro Seráfico Padre San Francisco que, con una fe inquebrantable, cuando estando ya estando desahuciado por mis médicos, logró sanar con sus manos las enfermedades que me postraban. Desconozco la fecha de nacimiento de Fray Lucas pero por su rasgos debió nacer a principios de este siglo. Algunos lo tachaban de extremeño pero su apellido lo delataba, solo podía ser nacido en la Noble y Leal villa de Almodóvar del Campo. Como todos los religiosos que llegan a Nueva España, conocía bien las privaciones y el consumir de su vida que le acarrearía la estancia en estas tierras; esto unido la convicción de que no volverían a pisar la tierra que les vio nacer le llevaba a tomar el nombre de su localidad natal como apellido. Bello gesto el de estos humildes siervos de Dios al recordar la raíz de la que brotamos.

Fray Lucas debió arribar a Nueva España sobre 1530, asentándose posiblemente en el hospital que la orden Franciscana tenía en Tlaxcala, cercano a ciudad de Puebla de los Ángeles, fundada  el 16 de abril de 1531. Allí atendían a los indígenas y vivían de sus limosnas, “como los indios son muchos, aunque den poco, de muchos pocos se hace mucho, y más siendo continuo, de manera que el hospital está bien provisto”. En Puebla, Fray Lucas entablo un íntimo contacto con los indios de aquella zona y en ese lugar, por la gracia divina, obtuvo el don de la sanación.
Portada de la tercera parte del libro "De los veintiún libros rituales y monarquía indiana" escrito pro Fray Juan de Torquemada

Paso posteriormente al convento de San Francisco de México, con mucho ejemplo y observancia de su profesión. En este lugar uso su don e hizo muchas curas muy señaladas en religiosos y seglares, así españoles como indios; de los cuales como pobres se compadecía. En este convento hospital me curo él, dejándome sano mediante la voluntad divina. Pareciese que Dios quería que se cumpliese en su siervo Fray Lucas lo que dice el apóstol San Pablo, que comunica el Espíritu Santo el don de curar a los que más le place y es su Santa voluntad.
Capilla Abierta del ex-convento Franciscano de la Asunción en Tlaxcala. cercano a puebla de los Ángeles, actualmente Puebla de Zaragoza (www.mexicoenfotos.com)

Entendiéndose esta donación y gracia del bendito religioso, sirvió para acompañar al más afamado medico que había en la ciudad siendo yo Virrey, el doctor Alcázar. Así pues, éste no quería curar con otro sino con este siervo de Dios, pareciéndole que más curaba por milagro que por ciencia. De las otras órdenes venían enfermos religiosos a la enfermaría de San Francisco a curarse con él, como lo hizo el muy Bendito y Venerable Padre Maestro Fray Alonso de la Vera Cruz, honra de su religión y luz en estas Indias Occidentales, de la Orden del Glorioso Padre San Agustín. Sanó Fray Lucas a este Santo hombre de una grave enfermedad, volviendo sano a su monasterio. Con otros muchos hizo lo mismo y es imposible contar el numero de almas a los que perpetuo en esta tierra.
Extracto del libro De los veintiún libros rituales y monarquía indiana" escrito pro Fray Juan de Torquemada

Murió Fray Lucas hace dos años, sobre 1550. Al tiempo de su muerte apareció una cruz en el aire, y grande, sobre la enfermería donde acababa de expirar el santo lego y donde tanto se había abrazado con la cruz de Cristo, ejercitando aquel oficio y obra de tanta caridad. La cruz fue vista por algunas personas seglares y devotas del convento y admirados de ello, lo vinieron a decir a los religiosos. Hallaron que en aquel mismo tiempo acababa de expirar el siervo de Cristo Fray Lucas de Almodóvar.

Fue muy devoto de la santísima cruz, notable enfermero y abnegado fraile poseedor de un don para la sanación, del cual hizo siempre uso con santidad, ayudando a españoles e indios en sus enfermedades y pestilencias sin diferenciar origen, razas o género. En estos últimos días de mi vida recuerdo la humildad con la que este siervo de Dios me salvo y como su fe inquebrantable me sirvió de ejemplo para guiar mi alma a través de este fugaz viaje que es la vida.

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El texto presentado es una recreación ficticia de una carta escrita por Antonio de Mendoza y Pacheco, contando la vida del que fue su sanador Fray Lucas de Almodóvar. El texto se basa fundamentalmente en la tercera parte del escrito “de los veintiún libros rituales y monarquía indiana” escritos por Fray Juan de Torquemada, donde se incluye una breve reseña de la vida de Fray Lucas.
Grabado de la antigua sacristía del convento de San Francisco en Mexico D. F.

La figura de Fray Lucas de Almodóvar aparece por primera vez, según las referencias encontradas, unida al pueblo de Almodóvar del Campo en la relación de personajes ilustres que el historiador manchego D. Inocente Hervás incluía en su “Diccionario Histórico, Geográfico, Biográfico y Bibliográfico” publicado en el año 1890. En este texto otorga el título de Venerable a Fray Lucas, lo cual, dada la vida y milagros que obró en Indias, es posible que le fuera concedido; aunque no hemos conseguido documentación que corrobore este extremo. Tenemos que indicar que Almodóvar del Campo fue la población de la que partieron más frailes y sacerdotes a Indias durante el siglo XVI en la provincia de Ciudad Real, por ello es bastante probable que el apellido se correspondiese con la villa de Almodóvar del Campo.

Actualmente su figura es recordada con el nombre de una calle en Almodóvar del Campo. Su vida y abnegado ofrecimiento a los demás, sin distinción de clases y origen, son un ejemplo y por ello hemos querido recordar con esta entrada a Fray Lucas de Almodóvar.
Grabado de la portada de la iglesia de San Francisco (Puebla de los Ángeles)

Referencias:

Fray Juan de Torquemada. De los veintiún libros rituales y monarquía indiana… 1713.

Inocente Hervás y Buendía. Diccionario Histórico, Geográfico, Biográfico y Bibliográfico.


Alfonso Reyes. La “X” en la frente. Textos sobre México. 2012.

Jerónimo de Mendieta. Vidas Franciscanas. 1945.

Miguel Ángel Cuenya Mateos. Puebla de los Ángeles en tiempos de una peste colonial. 1999.

J.M López Piñero y J.L. Fresquet. El mestizaje cultural y la medicina novohispánica del s XVI. 1995.


La historia de la siega. Desde Egipto hasta finales del siglo XIX por C. Rodrigañez

Reproducimos un articulo escrito por C. Rodrigañez en la Gaceta Agrícola del Ministerio de Fomento en 1883, sobre la evolución de las herramientas y utensilios para realizar la siega y como estos han ido evolucionando en el tiempo. Partimos desde herramientas básicas como la hoz, ya utilizada en el neolítico, y acabamos con ingenios precursores de las actuales cosechadoras. La evolución desde el momento en el que acaba el articulo hasta la actualidad ha sido evidentemente enorme, pero no podemos olvidar como se ha realizado la siega a lo largo de milenios y el esfuerzo que ha supuesto a la humanidad; por eso nos ha parecido interesante recuperar este trabajo. Sin más os dejamos con el ameno articulo del citado C. Rodrigañez.

Siempre, en todos los ramos del saber humano y en sus múltiples aplicaciones á la vida social, es de gran importancia recurrir á la historia, “ese monumento eterno que recibe la herencia intelectual de las generaciones para salvarla de los naufragios del tiempo y los olvidos de la tumba:” la provechosa enseñanza del pasado nos guía en el presente y anima y sostiene la esperanza en lo porvenir; los reveses y obstáculos vencidos fortifican el ánimo en la lucha constante del progreso.

La historia de la agricultura, siguiendo paso á paso la marcha de la humanidad, retratando fielmente su situación en las diversas fases que en su largo camino ha atravesado, presentándose pobre y extensiva en las primeras edades, rica y floreciente en aquellos pueblos que alcanzan mayor cultura de todos géneros, no sólo nos indica que el bienestar moral y material están en razón directa y casi subordinados á la prosperidad de los campos, sino que también hace germinar la fe más ciega en las reformas científicas y en los adelantos modernos.

Figura 1: la siega en Egipto hace 6.000 años.

En España, donde, entre otras causas, el espíritu de la rutina se opone al desarrollo de las innovaciones agrícolas; aquí, donde la máquina más perfeccionada lucha con las antiguas prácticas y aun llevando á su lado el éxito es vencida, los ensayos son casi siempre de consecuencias funestas; desgraciado el que inventa, modifica ó introduce cualquier mecanismo ó trata de implantar algún cultivo; si desde el primer momento no consigue realizar todas las ventajas que se propone, las críticas más duras y las consecuencias más descabelladas llueven sobre él, sin tener en cuenta que á veces la operación depende de un detalle imprevisto, y que una vez conocido el tan criticado sistema, puede redundar en beneficio inmenso para la clase labradora. A nada de esto se atiende, la atmósfera desfavorable se esparce envolviendo todo lo que desconocido y difícilmente y á costa de grandes esfuerzos puede desvanecerse. Por esta razón todo lo que tiende á destruir ese espíritu antireformista, lo consideramos digno de la mayor atención y creemos que los estudios históricos de la mecánica agrícola pueden contribuir en gran manera á este objeto.

Hoy que el problema de la siega mecánica está completa y satisfactoriamente resuelto; hoy, que la misma máquina, con gran economía de tiempo y de dinero, librando al hombre de una penosa faena hecha bajo un sol canicular, siega la mies, agavilla y deposita los haces uniformemente en el suelo, vuelvan la vista nuestros labradores al pasado, vean las metamorfosis que ese mecanismo ha sufrido para llegar al perfeccionamiento que tiene, y digan después de conocido todo esto, si no es injusticia notoria contrarrestar el impulso de la agricultura hacia las mejoras modernas ya ensayadas, y entorpecer con la apatía ó la oposición más ruda el espíritu reformista, cuando hasta los ensayos más insignificantes deben tenerse en gran estima por ser preludios de conquistas tan grandiosas como las obtenidas en el material agrícola.
Figura 2: maquina de segar de los galos.

Desde el momento que el hombre trazó el primer surco en la tierra y abandona la vida errante del pastoreo, los cereales, el trigo entre ellos, crecen al lado del hogar, figurando como uno de los principales alimentos: desde los tiempos más remotos se conocen las fiestas de la abundancia. Cuando llega la época de la siega, ya sea en una ú otra forma, todos los pueblos han celebrado esta solemnidad consagrada á Ceres, cuyas sacerdotisas abren la marcha en la procesión del trabajo.
Figura 3: máquina de segar de los romános.

Las noticias que á nosotros han llegado de las primeras edades, comprueban que el cultivo, y por consiguiente la siega de los cereales, cuentan unas ejecutorias tan largas como las de la humanidad. No los encontramos en las primeras edades de la India, donde la fertilidad del suelo y su espontánea y exuberante vegetación evitaban toda clase de cultivo; pero ya en el Egipto, en las orillas del misterioso Nilo, encontramos en las tumbas y en los templos numerosos restos de su escritura jeroglífica, que revelan, no sólo la explotación de los cereales, sino también los procedimientos que para recogerlos se empleaban: ejemplo de esto es la figura 1 copiada de una tumba que indica la forma en que se hacia la siega en Egipto hace seis mil años.
Figuras 4 Primera guadaña perfeccionada de los antiguos
Figura 5 Hoz de los antiguos.

Los diferentes instrumentos que para la recolección se han empleado son muy diversos, y de ellos nos ocuparemos más tarde; las máquinas segadoras, en cambio, hasta época muy reciente son escasas, y en la antigüedad sólo se conocía un sistema, debido, según todos los autores, á los galos; esta máquina, ya conocida en la Galia cuando ésta se hizo romana en costumbres y en lenguaje en tiempo de Vespasiano, es la misma que adoptaron más tarde los romanos. Según las descripciones de Plínio y Palladio, consiste en una especie de carro montado sobre dos ruedas que lleva en su parte anterior una plancha con un número variable de dientes, según la extensión que se quiera abarcar, y una especie de ranuras por las que se introduce la espiga, cayendo en la caja del carro: un buey enganchado en la parte posterior de aquél, la imprime movimiento, y la espiga se separa de la paja, pero sin ningún aprovechamiento de ella. Esta máquina es lo mismo en la Galia que en los campos romanos, según puede verse por la figura 2 y por la 3 que tomamos, así como algunas otras, de un folleto publicado por Mr. Pilter.
Figura 6: Ani Ani empleada en Java.
Figura 7: hoz usada en España.

Figura 8: hoz dentada de los antiguos.

La segadora de los galos desaparece de la práctica por completo, sin duda alguna, cuando el aumento de terreno cultivado hizo disminuir los pastos y obligó á aprovechar la paja para alimento del ganado; pero si de máquinas no encontramos vestigio en un largo período de tiempo, no sucede lo mismo con los cuchillos, hoces y guadañas que se emplean en la siega á brazo, que se multiplican afectando formas muy variadas, según su destino y los pueblos que los usan. Las narraciones, medallas y monumentos antiguos indican algunos de estos instrumentos, entre los que podemos señalar la primera guadaña perfeccionada de los antiguos (figura 4) y la hoz, también contemporánea de la anterior, figura 5, el Ani Ani, cuchillo usado por los naturales de la isla de Java, figura 6, y la hoz, todavía generalizada en España con una curvatura más ó menos pronunciada en la hoja y un mango terminado por una ligera eminencia, según puede verse en la figura 7, que sirve para sujetarla mejor.
Figura 9: hoz dentanda del Reino de Valencia.

Estas hoces, de curvas más ó menos pronunciadas, también se usan con la hoja dentada, variando muchísimo de forma; en la antigüedad ya se conocía la que representa la figura 8, que se encuentra en los manuscritos de Hexiodo y á este género pertenece también la usada en el reino de Valencia (figura 9).

La necesidad cada vez mayor de aprovechar las pajas modifica las formas de las hoces generalmente empleadas, y las guadañas con un mango de mucha más longitud las sustituyen en el aprovechamíento de rastrojos y en la siega de forrajes. La inmensa comodidad que proporciona al obrero y por consiguiente el mayor trabajo de ésta, generaliza bien pronto estos útiles, que se han ido modificando notablemente; desde la guadaña representada en la figura 4 pasa á la que indica la figura 10, que ya presenta la ventaja de que puede por la forma de su mango manejarse con ambas manos. Más tarde se adoptó la guadaña de cortar forrajes (figura 11), teniendo como tipo intermedio por la mayor longitud de un mango la guadaña de forma de gancho hoy empleada en Suecia por las espigadoras (figura 12).
De arriba hacia abajo: figura 10: guadaña para cortar rastrojos; Figura 11: guadaña para cortar forraje; figura 12: gancho para espigar; figura 13: guadaña usada en el canton de Appenzel.

A las guadañas de mango largo se añade más tarde algunos agarraderos ó se dá desde luego al mango forma á propósito para manejarlo fácilmente con las dos manos, y de estas modificaciones resultan diversos tipos entre los que podemos contar el representado por la figura 13 usado en el cantón de Appenzel y bastante generalizada en diversos países.
Figura 14: guadaña con soporte de red usada en Suecia.

Los instrumentos de la siega á mano sufren una nueva reforma; á fin de sostener la paja de los cereales ó los forrajes á medida que se van cortando y de facilitar la formación de gavillas, se añade al mango de la guadaña un soporte que puede ser de red, como el empleado en Suecia (figura 14), ó puede ser de madera de poco peso y doble, como indica la figura 15, que representa un sistema muy conocido en todos los países.
Figura 15: guadaña de doble soporte.

Figura 16: tijeras inventadas por Meores.
Figura 17: maquina de Taylor.

Con estos instrumentos se ha ejecutado la siega en todos los países hasta mediados del siglo presente, pues aunque se ha tratado de sustituir las hoces y guadañas por otros instrumentos, no han dado resultado alguno. En 1830 Meores inventó unas grandes tijeras montadas sobre dos ruedas (figura 16).

Taylor, en 1751, idea también la máquina que representa la figura 17, y que consiste en un disco al que se imprime movimiento con la mano y éste á su vez lo trasmite á una hoz, y todo ello vá montado sobre cuatro ruedas. Pero los inconvenientes que estos nuevos aparatos ofrecen hacen que se trate ya con verdadero ahinco de inventar máquinas más perfeccionadas para la siega. Desde 1785 se trabajaba activamente en el asunto, y en Inglaterra se presentaron varios modelos de escaso resultado. En 1811 Smith inventa en Escocia una nueva máquina que se creyó mucho más práctica que las anteriores, basada en el empleo de una sierra giratoria situada en la base de una rueda que se pone en movimiento por un sistema de engranaje, según puede verse en la figura 17.
Figura 17: Maquina segadora de Smith.

Nuevos ensayos y reformas de todos géneros se intentaron con poco éxito, hasta que en 1826 el reverendo Patrick Bell ideó la segadora que lleva su nombre (figura 18) , que llamó poderosamente la atención en los diversos ensayos con ella practicados. Sin embargo, en Inglaterra no fué bien acogida, y hasta que se presentó la de Mr. Mac-Cormick, de los Estados Unidos, no se extendió su empleo en la agricultura inglesa; una vez aceptada esta máquina, se ha reformado, constituyendo los diversos sistemas que ya conocen los lectores de la GACETA AGRICOLA, hasta llegar á las segadoras agavilladoras más perfectas.
Figura 18: segadora de Patrick Bell.

A la ligera hemos indicado la historia que las máquinas y procedimientos de siega han seguido, y creemos que después de conocida, no dudarán nuestros labradores lo que al principio les decíamos: hasta los ensayos más insignificantes deben tenerse muy en cuenta, pues son la base, en la mayor parte de los casos, de conquistas de mucha importancia y de verdadera utilidad práctica.

C. RODRIGÁÑEZ.
Gaceta Agrícola del Ministerio de Fomento
Segunda época Tomo VIII
Octubre a Diciembre de 1883

Nota: en el articulo se numeraban las figuras siguiendo la correlación existente en toda la gaceta. Para facilitar la lectura hemos renumerando las figuras.

Los baños de Fuencaliente. Semanario Pintoresco Español, año 1844.

En 1844 Luis Maria Ramírez y las Casas-Deza, posiblemente el historiador más relevante de la ciudad de Cordoba en el siglo XIX, nos dejó en la revista Semanario Pintoresco Español un interesante texto sobre este bello pueblo de Sierra Madrona, zona sita al suroeste de la provincia de Ciudad Real. En el texto el autor resume diferentes hechos históricos sobre la fundación de la ciudad, hace un recorrido por sus alrededores y nos detalla las propiedades de sus aguas, que dan nombre a la población. El texto completo lo podéis descargar del siguiente link (Descarga el archivo). Como curiosidad este texto es el primero que cita de forma escrita la leyenda sobre la fundación de la ciudad; también nos ha parecido curiosa la descripción que hace de las pinturas rupestres que existen en los alrededores de la localidad.

Los Baños de Fuencaliente. Imagen de portada del artículo  (Semanario Pintoresco Español, número 20, 19 de mayo de 1844)

No podemos dejar de recomendar la visita al bello patrimonio natural y cultural (pinturas rupestres y ruinas romanas) que esta zona al sur de la Mancha, ya casi en sierra Morena nos presenta. La infinidad de senderos para practicar senderismo, el balneario, la buena gastronomía y principalmente su gente son argumentos suficientes para visitar la población. 

Sin más os con aquellos párrafos que nos han parecido más representativos del articulo de  Luis Maria Ramírez y las Casas-Deza:

Si la península ibérica es abundante y rica en aguas minerales, pocos territorios de ella presentarán tanto número como el campo de Calatrava, situado en aquel país que se conoce con el nombre de Mancha. A legua y media al S. de Mestanza se halla el manantial llamado de las Tiñosas, que es muy copioso; en la Calzada de Calatrava, á un cuarto de legua al N. de la población, hay una fuente que solo está mineralizada por el ácido carbónico; otra igual á esta, se encuentra en Granátula; en el término de Almagro se halla la nombrada de la Nava, muy conocida de tiempo antiguo; á media legua de la Aldea del Rey, está la fuente llamada del Diezgo etc.; pero entre todas estas aguas sobresalen las de Puertollano, las de los Hervideros de Fuensanta, y las de Fuencaliente, de las cuales vamos á dar una ligera noticia.

La villa de Fuencaliente está situada en el confín S., de la provincia de Ciudad-Real, limítrofe de la de Córdoba y partido de Montoro. Yace en las entrañas de Sierra-Morena, y en medio de sus más incultas asperezas, á los 38º 20' y 9" de latitud septentrional, y á los 12º y 28 de longitud oriental de la isla del Hierro. Ocupa la mesa que se forma al pie de un escarpado cerro de piedra, de unos cien pies de elevación, llamado la Sierrezuela, desde cuya mesa se prolonga un largo recuesto poblado de pequeños huertos hasta la margen derecha del rio de la Tegua; y por uno y otro lado se estienden las casas que se van elevando arrimadas á otros dos cerros. Tal es la situación de esta humilde villa, que debe no solo su renombre sino también su origen, á las aguas termales que brotan en su recinto. Yermo é inculto el territorio de Fuencaliente no era hollado más que de animales montaraces, y de algunos viajantes que transitaban por el camino, que atravesando aquel desierto ponía en comunicación por allí á Castilla con Andalucía, cuando dos soldados de Cabezas-Rubias, según tradición, habiéndose bañado en estas aguas, que eran entonces unas charcas, buscando el remedio de una sarna que padecían, y tenido alivio, lo contaron en su aldea, cuyos vecinos fueron al sitio del manantial, y reconocido el terreno, hallaron en la espesura al lado de las aguas la imagen de Ntra. Sra. á que dieron el nombre de los Baños, y le labraron una ermita para su culto.

Extracto de artículo. Semanario Pintoresco Español, número 20, 19 de mayo de 1844.

Este suceso debió ocurrir á principios del siglo XIV, pues el año de 1369, ya se halla pertenecer la ermita á la Orden de Calatrava; y asi el año de 1314, en que algunos han dicho con equivocación, que tuvo principio la villa, debió de ser el de la fundación del santuario. La población no tuvo principio hasta después de dicho año de 1369, en que muerto el rey D. Pedro, á manos de su hermano D. Enrique en el campo de Montiel, D. Pedro Muñiz de Godoy, natural de Córdoba, que ya se titulaba maestre de Calatrava, tomó posesión del maestrazgo en el convento de esta Orden, y de allí se dirigió á Carmona , con algunos caballeros tras el rey D. Enrique, cuyo bando había seguido en la guerra contra su hermano. En este viaje, dice Rades de Andrada en su crónica de Calatrava, «pasó por una muy devota ermita de esta orden, que estaba en Sierra-Morena y se decía Santa María de los Baños, ó de la Fuencalda, y ágora es iglesia, y se dice de la Fuencaliente. Estaba allí un fraile clérigo de esta Orden que se decía Fr. Benito Sánchez, el cual pidió al maestre licencia para dar á poblar el término de aquella ermita. El maestre por devoción que tuvo á la ermita, y acción al fraile dióle esta licencia y privilegio para los pobladores que allí viniesen , y los que después de ellos viniesen alli, fuesen libres y francos de todo pecho y tributo para siempre. ítem dio facultad al prior ó fraile de aquella ermita y á sus sucesores, para dar solares y repartir términos á los pobladores, y le concedió que los diezmos de cualquier frutos de aquellos términos fuesen del prior de aquella ermita y sus sucesores, y que él y ellos tengan poder para poner justicia y regimiento en el pueblo. Luego fueron pobladores y poblaron junto á la ermita un lugar que hoy se dice la Fuencaliente...» Esta relación manifiesta claramente que no se fundó la villa hasta el año 1369.

Estuvo sujeta á la villa de Almagro hasta 1566, y después á Almodóvar del Campo, hasta que el Rey D. Felipe II, por cédula fecha en Madrid á 26 de Noviembre de 1594, la apartó con su aldea de Ventillas del partido y gobernación de Almodóvar, volviéndola á sujetar á la villa de Almagro. En 1591 el Licenciado Nicolás de Chaves, había dado posesión á la villa de la jurisdicción civil y criminal, alta y baja, mero y mixto imperio de que le había hecho gracia S. M., y por lo cual le había servido con 724,500 mrs.

Consta la población de trece calles y una plaza bastante capaz, y la habitan 400 vecinos. Su iglesia parroquial está situada casi en el medio del pueblo, y fue construida habiendo demolido la antigua, por los años de 1710. 

(...)
Luis María Ramírez y las Casas-Deza

La mayor parte del término es montuosa y estéril; pero tiene buenas arboledas de robles y quejigo, que surten de madera las minas del Almadén; y pudiera tener buenos encinares, si en vez de continuar la plantación de este útilísimo árbol, como principiaron en 1804, no hubieran cortado las que ya había. El número de olivos llegará á unos 10,000 entre los que dan fruto y no le dan todavía. Cría otros varios árboles, arbustos y plantas medicinales. Produce trigo, cebada, centeno, y muy poca cantidad de semillas y legumbres, alguna hortaliza y frutas. Posee mucho ganado cabrío, poco vacuno, menos lanar y de cerda, y mantiene de 1,200 a 1,400 colmenas que dan exquisita miel. Pero en su territorio, como el más á propósito por su naturaleza, abunda sobre todo el reino animal, hallándose en él toda especie de caza mayor y menor.

Si los Romanos se aprovecharon de su riqueza mineral, como no es improbable, no ha quedado vestigio ni memoria alguna de esta nación; pero si se hallan monumentos que fundadamente se pueden atribuir á otra que aportó á nuestra península con el fin de disfrutar sus riquezas mucho antes que los Romanos, la hicieran provincia de su imperio, Hablamos de los Fenicios, que tanto se aprovecharon de las ricas producciones y metales de nuestro pais. El laborioso y erudito escritor D. Fernando López de Cárdenas, cura párroco de Montoro, con el objeto de recoger sustancias minerales y otras curiosidades para el gabinete de Historia Natural de Madrid, para lo cual estaba comisionado por el Conde de Florida-Blanca, reconoció en 26 de Mayo de 1783, varios lucos situados en el término de esta villa, y parage nombrado, por lo que después se verá, Piedra escrita, junto á el arroyo de las piedras, y orillas del rio de los Batanes.

Estos lucos de Fuencaliente son unas cuevas piramidales, abiertas en matriz vita de pedernal, en las cuales se hallan figurados con tinta encarnada bituminosa, símbolos, geroglíficos y figuras que no corresponden á los alfabetos hasta ahora conocidos. Es tan rara esta memoria de la antigüedad gentílica, que con dificultad se hallará otra de la misma especie. Pasan de 84 estas figuras, y se encuentran en. dos sitios, al pie de la Sierra de Quintana, distante cerca de una legua de Fuencaliente.

(...)
Imagen antigua de Fuencaliente  (www.todocoleccion.net)

Mas habiendo de hablar de las aguas termales, que es lo más importante que ofrece esta villa, decimos que, sin duda considerando á la Virgen como protectora de los baños, labraron su iglesia de forma que el agua del manantial caliente, nace á borbollones en la parte inferior del templo, y de aquí es conducida pasando por el altar mayor á la alberca, que está debajo del camarín. El nacimiento del agua del baño templado está fuera del muro de la iglesia: mas para ir á su depósito pasa por debajo de ella. En este entran dos caños, el frio es el antiguo; el caliéntese le introdujo en 1830. Donde cae el agua del caño caliente, está el agua del baño fresco, cuyo conducto va por bajo del suelo al templado.

La temperatura del manantial es constante, pero varía, como se infiere de lo dicho, en cada uno de los baños. En el nacimiento tiene en caliente 32 grados de R. y en el baño 30 y 1/2; el templado 30 y el fresco 29.

En el manantial el color de las aguas es algo zarco; pero si se examinan en un vaso de cristal aparecen claras y trasparentes. Carecen de olor, y. su sabor es ligeramente agrio. Son suaves al tacto y desprenden algunas burbujas. Sirven para la vegetación, y así es que son empleadas por los naturales en regar sus huertezuelos, aprovechando el agua que es derramada cuan do, como se ejecuta diariamente, se limpian los baños para lo que tienen establecido cierto turno. Alteran el color de las ropas que se sumergen en ellas dándolas el de marrón obscuro. Su peso específico es algo mayor que el del agua destilada; pero su gravedad se aumenta algún tanto después que ha estado un breve tiempo espuesta al contacto del aire. En los registros y depósitos deposita el agua un sedimento craso y untoso, que no se halla en los baños á causa de la frecuencia con que se limpian, lo que no se hace con aquellos.

(...)
Imagen de Fuencaliente (www.todocoleccion.net)

Pertenecen pues las aguas de Fuencaliente á la clase de las ferruginosas, ó sea según otra mas escrupulosa clasificación, á la de las acidulo-salino-ferrcosulfatadas. 

Son útiles estas aguas en el asma que se ha llamado húmedo cardialgías, peurodinias y gastrodinias, dispeptias, hipocondría, y en todos los casos de inacción de las membranas mucosas gastro-intestinables, y de los órganos secretorios hepático y pancreático-; en las obstrucciones del hígado y bazo, en la hepatalgia y en la nefralgia; en las leucorreas pasivas, ó en las que consisten en una pura hiperdiacrisis; en las clorocis infebriles sin extenuacioa; en las retenciones y desarreglos menstruales por causas debilitantes; en los tumores edematosos, hidropesías incipientes sin lesión particular de ninguna viscera, en los infartos linfáticos, escrófulas etc.; en los cólicos que se reproducen con frecuencia, reumas crónicos artritis, ceatica , etc. en las afecciones psóricas y herpéticas, y finalmente en varias dolencias producidas por supresión de la traspiración.

Tomadas en bebida estas aguas reaniman las propiedades vitales del aparato gástrico, cuyo efecto se trasmite á la economía, y por consiguiente aumentan el apetito, aceleran las digestiones, disuelven las materias contenidas en el tubo intestinal, promueven la evacuación de la bilis escedente, la expulsión de las materias fecales y de la orina, y finalmente abundantes sudores cuando se toman á su natural temperatura.

Aunque es mucho lo que pudiéramos decir relativo á la topografía de esta villa y á sus aguas minerales, y lo omitimos por no traspasar los regulares límites de un artículo, no podemos menos de impugnar una preocupación que se tiene con respeto á estas aguas, la cual no habiéndose limitado al vulgo, aun ha sido recibida sin examen por algunos facultativos ; esta es, que las aguas de Fuencaliente son perniciosas á los que padecen afecciones venéreas, sin embargo que una larga esperiencia ha manifestado lo infundado de esta persuasión. (…).

Vista de Fuencaliente (www.saposyprincesas.com)

Y siendo estas aguas útiles y benéficas á los que padecen tan cruel enfermedad ¿solo las de Fuencalíente han de tener el triste privilegio de ser funestas, y aun mortíferas, á los que están afectos, por, poco, que sea, de la misma dolencia?.

Es crecido el número de bañantes que concurren, á estos saludables aguas desde principios de primavera hasta mediado Otoño, no solo de la misma provincia de Ciudad Real y de las limítrofes de Extremadura, Jaén y Córdoba, sino también de algunas más distantes; y sin embargo, aunque en el dia se hallan mejores albergues que en tiempos antiguos, todavía no son como debieran, ni el pueblo está tan surtido como sería de desear, faltando aun los artículos más necesarios. ¡Cuando llegará el tiempo en que los establecimientos de aguas minerales, ya por parte del gobierno, ya de los pueblos y particulares, se vean tan bien montados como se hallan en otras naciones!

LUIS MARIA RAMÍREZ Y LAS CASAS-DEZA.

Referencias:

Semanario Pintoresco Español, número 20, 19 de mayo de 1844