La última ejecución pública en Almodóvar del Campo. Los reos de Almodóvar, año 1892. Parte 2.
… (viene de la parte 1)
Recreación de una ejecución mediante garrote vil (dibujo de Marcos Baeza Carrillo).
El lunes 4 de diciembre se comunica a los reos, que se encontraban en la cárcel de Ciudad Real, la orden de traslado hacia Almodóvar del Campo, lugar previsto para su ejecución. Saben que es una mala noticia, ya que indica los nulos resultados de la comisión. Al comunicarles la orden de traslado, Eugenio, que no pierde ni por un momento la serenidad y tranquilidad, dice —¿Están ya a por nosotros? — Asienten los guardas — Pues andando; cogeré esta media rosca y esta sardina, por lo que pueda ocurrir; también me llevaré la cuchara. — Responde Eugenio.
Jorge impresionado al ver a la Guardia Civil y todavía sobrecogido por la comunicación preguntó — ¿Ha venido la comisión? —Contestando negativamente los guardias. Entonces dijo —Que le pongan un telegrama diciéndola que salimos para Almodóvar.
1892-12-07 El País, año VI núm. 2017. Madrid.
1892-12-06 El Siglo futuro 6-12-1892 n 5 340 página 3.
Acto seguido son esposados y atados codo con codo y conducidos en un carro a la estación de tren, donde deben tomar el Correo de Andalucía hasta la estación de Puertollano. Al darse a conocer la noticia de su traslado la madre de Jorge quiso acudir a la estación a despedirlo — ¡Por favor clemencia para mi hijo! — gritaba desesperada. Algunas vecinas le impidieron ir a ver a su hijo, sufriendo la pobre un síncope del que no volvió sino al cabo de algunas horas. La tarde del 4 de diciembre, entre una gran expectación llegaban a la cárcel de Almodóvar. Si no llegaba el indulto todo estaba previsto para que fueran ejecutados el próximo 7 de diciembre.
Son las 8 de la mañana del día 6 de diciembre y el indulto sigue sin llegar. Los reos entran en capilla como manda la costumbre. Piden al párroco que telegrafíe al Obispo para que este suplique el indulto, cada vez hay menos tiempo. Eugenio y Jorge están abatidos. En la cárcel local les es leída nuevamente su sentencia. Eugenio la firma con gran tranquilidad y Jorge, inquieto y con la mirada perdida, parece no estar presente; finalmente también estampa su firma. Piden ser confesados y el párroco local, Jesús Cañizares, les toma confesión, la cual acogen con fervor. Tras acabar la confesión suena una corneta del regimiento que vigila la cárcel, los reos quedan sobrecogidos por el sonido.
Hay un periodista que ha venido desde Madrid para documentar todo lo que ocurre con los reos. Constantemente está enviando telegramas a su periódico, El Liberal. La noticia de la ejecución traspasa el interés local y los reos le piden que ruegue a la prensa Madrileña que se interese por el anhelado indulto. El pueblo de Almodóvar bulle en las calles —la petición de indulto es de justicia—suplican los almodovenses.
Llega la hora del almuerzo, los reos lo comparten con los periodistas que han venido y con el director de la cárcel —Vamos a dar gracias a Dios, porque así me lo enseñó mi madre— indica Jorge antes de comenzar.
Eugenio hace testamento, dejando la ropa y la limosna a su mujer, Isabel Ibáñez, y a su hijo Alfonso, quienes viven en Linares y a los cuales no ve hace veinte años. Tiene otro hijo llamado José, que vive en San Pedro. Jorge deja la casa para su madre, Dominica Gaspar, a la cual no olvida, y para su mujer Vicenta Céspedes. La primera vive en Ciudad Real y la segunda en Miguelturra.
Tras el almuerzo los reos siguen sin perder la esperanza que suceda un milagro y se reciba el indulto. Escriben un telegrama al Presidente del Consejo de Ministros pidiendo clemencia y mostrando su arrepentimiento. Llegan momentos duros, pero sin perder el pulso Jorge se despide de su madre y de su esposa. Eugenio mira la escena ya que no tiene de quien despedirse. Los Hermanos de la Paz y la Caridad continúan, de forma desesperada, intentado contactar con gente en la corte para que se interceda por los reos. Mucha gente de la ciudad viene a interesarse por ellos a la cárcel y a darles ánimos.
Se hace público por el Senado el indulto de unos reos en Lérida y Zaragoza, lo cual indigna al pueblo, que protesta públicamente en la plaza Mayor, frente al Ayuntamiento. El tiempo apremia y aunque quedan pocas esperanzas todavía es posible un milagro.
Son ya las seis de la tarde, ante la persistencia del periodista por entrevistarlo, Eugenio le indica que no tiene nada que decir, que ya comunico a la justicia en el juicio todo lo que sabía, en todo caso apunta —Es incierto que tuviese participación alguna en el crimen, sí que me culpo de robar la caseta del ferrocarril pero no del homicidio del que se me acusa.
El obispo de Sión envía un mensaje señalando que hace gestiones por el indulto y manda una bendición a los reos. Son ya las nueve y media de la noche y se llevan a los reos para que se acuesten. Eugenio no es capaz de dormir. Jorge descansa. Ambos se despiertan a las doce de la noche. Posiblemente sea su última noche en este mundo y para despedirse piden una copa de Jerez o aguardiente. Su petición es denegada por los guardias, en unas horas tendrán que comulgar antes de recibir la pena capital y no pueden beber nada salvo agua.
Son las cuatro de la mañana, empieza la misa. Las esperanzas en recibir el indulto se han diluido. La sentencia será ejecutada.
1892-12-07 El Liberal Madrid.
El borrico continua su camino lentamente, de repente Eugenio ve ya a lo lejos el patíbulo; su mirada se pierde tras éste en el prado blanco, debido a la escarcha, con la ermita de San José al fondo. Una silenciosa muchedumbre completa el paisaje que abarca su vista, aunque el reo no presta mucha atención a la gente que lo mira con pena y compasión. Un sudor frío le recorre el cuello y una irrefrenable sensación de tristeza y desasosiego se apodera de su cuerpo, piensa en la injusticia que se está cometiendo en él, se arrepiente de todo lo que ha hecho mal en la vida, pide a Dios en silencio una nueva oportunidad. Jorge mira el suelo, sigue sin estar presente, parece haber comenzado ya el camino hacia otro mundo.
—Alto—Grita un guardia civil. Los reos son bajados de los borricos y lentamente suben al patíbulo ayudados por los Hermanos de la Paz y la Caridad. El verdugo junto al garrote vil les espera.
—Algunas últimas Palabras— indica el párroco local, Jesús Cañizares, el cual no parecía muy cómodo por el acto. Eugenio Grita —¡Clemencia por favor, nosotros…!— y su voz se entrecorta ahogándose entre lágrimas desesperadas. El público conmovido por la escena sigue el desarrollo de la ejecución de la sentencia, en respetuoso silencio y con un nudo en la garganta en la mayoría de los casos. Ya no son comunes las ejecuciones públicas y muchos esperan que, con suerte, esta sea la última que tengan que ver en el municipio. La primera fila es ocupada por las autoridades, el Alcalde, Benigno Correal, el secretario del Ayuntamiento, Diego Hidalgo, el Juez municipal, José María Corchado, y el Fiscal Pedro Rodríguez, entre otros. Entre ellos comentan en voz baja la falta de corazón de las autoridades y la decepción ante las promesas incumplidas —que falta de humanidad— indica Benigno a sus compañeros. Se ha perdido ya toda esperanza de recibir un mensaje de indulto, la corporación municipal está abatida ya que los esfuerzos realizados han sido en balde. Únicamente les queda la esperanza de que sus gestiones apiaden al Consejo de Ministros en la concesión del indulto a otros reos. Como autoridades locales se ven obligados a asistir, en contra de su deseo, a esta cruel ejecución pública.
El verdugo encapucha a los reos tapándoles la cara. En un metódico y cruel ritual primero sienta a Jorge en el garrote vil, coloca su cuello entre las piezas metálicas, aprieta los tornillos para inmovilizarlo y gira con fuerza la manivela. Rápidamente provoca la dislocación de la apófisis de la vértebra, la muerte es inmediata. Retiran su cuerpo y ocupa la silla Eugenio. El verdugo repite la tétrica operación y Eugenio es ejecutado también en pocos minutos. El silencio es sepulcral. La ejecución ha sido rápida. Los Hermanos de la Caridad bajan a los cadáveres desde el patíbulo hasta unos ataúdes construidos por los propios miembros de la hermandad. En ese triste momento para todo el pueblo surge un pequeño incidente, no se ponen de acuerdo la hermandad y el párroco en la forma de proceder, ellos quieren un entierro sencillo y digno para los reos, al fin y al cabo han muerto en el seno de la religión católica. El párroco se niega en rotundo a realizar un rito de entierro y se limita a realizar un breve responso al pié del patíbulo.
1892-12-26 El Liberal.
La gente, en silencio, comienza a volver hacia el pueblo, la vida continua y cada cual tiene sus quehaceres diarios que le esperan. Los Hermanos de la Paz y la Caridad cogen los cadáveres y los llevan hasta el nuevo cementerio municipal donde son enterrados en tumbas sin nombre.
Aquí termina la historia de la última ejecución pública realizada en Almodóvar del Campo, la fría mañana del 7 de diciembre de 1892. El caso de los reos de Almodóvar tuvo una gran repercusión a nivel nacional siendo tratado por diferentes medios de comunicación. El Consejo de Ministros estampó la palabra “visto” en el expediente de indulto presentado por la comisión, que equivalía a la denegación de la gracia a los reos de Almodóvar del Campo. En ese mismo Consejo de Ministros, noticio del día 13 de diciembre de 1892, se acordó el indulto de otro reo de Atienza. Poco antes se había indultado a otros reos de Lérida y Zaragoza. Eugenio sostuvo siempre su inocencia en el asesinato, si bien durante el juicio afirmo ser participe en otros robos en la zona junto con el otro encausado, como el pertrechado en una caseta del ferrocarril. La verdad nunca la sabremos.
1892-12-13 La Iberia Madrid. página 1.
A mediados y finales del siglo XIX se comenzaron a alzar ya numerosas voces contra la pena de muerte y se inician los primeros movimientos abolicionistas. La principal razón que argumentan para la abolición de la pena de muerte es que ésta era contraria a los principios de Humanidad de la declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano promulgada en 1789 tras la revolución francesa. En España destacamos como activistas a los escritores Mariano José de Larra y a Concepción Arenal. En el periodo de la Restauración (1873-1931), la pena de muerte siguió vigente en toda España, ejecutándose en la mayoría de los casos con el garrote vil. El pueblo de Almodóvar del Campo se mostró fuertemente opuesto a la aplicación de la pena capital, al menos en este caso, como se desprende del estudio de los artículos que han servido de base a este trabajo.
Composición de texto libre sobre los hechos acaecidos en la última ejecución pública realizada en Almodóvar del Campo el año de 1892 y sus circunstancias previas. Todos los personajes nombrados y la sucesión de acontecimientos detallados fueron reales y se han extraído de las siguientes referencias:
1890-10-15 El País, Madrid 15-10-1890 página 3
1890-10-15 La Correspondencia de España 15-10-1890 n 11 881 página 1
1890-11-08 El Correo militar 8-11-1890 página 3
1890-11-13 El Correo militar 13-11-1890 página 3
1891-12-25_Boletin_Oficial_de_la_Provincia_de_Ciudad_Real
1892-06-09 El Heraldo de Madrid 9-6-1892 página 1
1892-07-26 El Día Madrid 1881 26-7-1892 página 2
1892-07-26 La Unión Católica 26-7-1892 página 3
1892-07-31 El Día Madrid 1881 31-7-1892 página 2
1892-08-01 El Correo militar 1-8-1892 página 2
1892-10-06 El Heraldo de Madrid 6-10-1892 página 3
1892-10-06 La Época Madrid 1849 6-10-1892 n 14 392 página 3
1892-11-30 El programa (Ciudad Real) página 1
1892-12-06 El Día Madrid 1881 6-12-1892 página 3
1892-12-06 El Siglo futuro 6-12-1892 n 5 340 página 3
1892-12-07 El Liberal Madrid 1879 7-12-1892
1892-12-07 El Día Madrid 1881 7-12-1892.
1892-12-07 El País Madrid 1887 7-12-1892 página 3
1892-12-07 El programa (Ciudad Real) página 3
1892-12-08 El Día Madrid 1881 8-12-1892 página 3
1892-12-10_voz_de_valdepeñas_la_p_002
1892-12-13 La Iberia Madrid 1868 13-12-1892 página 1
1892-12-26 el liberal página 3
Anuario del comercio de la industria de la magistratura y de la administración 1894
Le progre illustre. 1892-02-21 portada
Historia de Almodóvar del Campo (De sus albores a 1925). Anacleto del Barco Cerro.
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