El estrídulo de las cigarras es el único sonido que se percibe en la noche. Estamos a jueves 17 de julio con media luna menguante y el calor es sofocante; el aire permanece inmóvil y nada hace presagiar lo que deparará la noche. La mies descansa almacenada en las eras para ser trillada y el pueblo duerme bajo la leve luz que producen las pocas farolas de petróleo, que se encontraban distribuidas por la población. El vigía que ocupa la torre de la iglesia también duerme, preso de la oscuridad que circunda el pueblo y que le impide desarrollar su labor.
Antonio Merendón Mondejar. Retratao robot a partir de la descripción de su hoja de servicios. Dibujo de Alvaró Ramos Golderos
En las últimas semanas han llegado noticias al Ayuntamiento de que diversas partidas de bandoleros, que en su favor enarbolan la bandera del Duque de Madrid Carlos de Borbón, pretendiente al trono de España, han intentado saquear localidades de la zona. Todavía está reciente la noticia de marzo en la que la localidad de Mestanza fue tomada por los sublevados. Esta tensa situación convierte cada noche en una larga espera hasta que sale el sol.
Un rumor lejano comienza a oírse. Poco a poco este ruido va tomando forma de galopar de caballos, el ruido del choque de las herraduras sobre los cantos sueltos de los caminos es inconfundible. El vigía despierta y toca la campana con inusitada fuerza, pero ya es demasiado tarde, a través del portón de la calle Triana una partida de bandoleros carlistas, que se cobijaban en la sierra de Navalromo, entra en el pueblo rumbo a la plaza Mayor. Son unos 120 jinetes, mal armados y en un estado bastante penoso, hecho que magnifica la sensación de espanto que provocan en el vecindario a su paso. Rápidamente ocupan la plaza y las salidas del pueblo y se hacen notar dando vivas a su Rey. El pueblo despierta consternado y atemorizado ante esta ofensa, hace más de 6 siglos que una tropa no osaba entrar en la localidad en oficio belicoso; en aquella ocasión el castillo se erguía imponente en su cerro como plaza fuerte a tomar, en estos momentos ni la tapia de sus muros queda ya en pie.
Extracto de la columna parecida en el periódico el pensamiento español 19 de julio de 1973
Las facciones de los bandoleros Bruno García, apodado Telaraña y Carmelo Hervás más conocido como Feo de Cariño, comandadas en su conjunto por Antonio Merendón Mondejar, se habían unido para llevar a cabo el asalto a Almodóvar del Campo, su objetivo no era una reconquista en favor de su Rey, ni siquiera tenían la menor intención política, querían dinero y comida, como bandidos que eran, aunque sus operaciones las controlara el General Mergeliza, afín a la causa carlista.
Tras llegar al Ayuntamiento, los cabecillas escoltados por buena parte de su tropa se dirigen a la casa de Juan Francisco Sanz, depositario de los fondos municipales, allí ante el Alcalde, Antonio Barra, exigen raciones y 3.000 duros, amenazando con llevarse presos al propio alcalde y al secretario si no se reunía la cantidad de dinero solicitada. En tanto el alcalde y el secretario intentan ganar tiempo de cualquier forma. Poco antes de la entraba de los carlistas se habían podido reunir durante unos minutos con algunos vecinos, la resistencia se había puesto en marcha.
En una casa cercana a la plaza se encuentran reunidos José Villa, Martín Andrés Castillo, Juan Corchado, Julián Giménez y Cristóbal Valderrama preparando un plan. –Ya sabíamos que tenía que pasar esto tarde o temprano– Espeta Villa. –Maldito sea el día en el que Antonio Salido expulso al Ingeniero ferroviario, ¡Algún día se acordarán de mí! Dijo ese hombre con mucha razón y ha llegado el día, la columna militar en vez de estar aquí se encuentra en Puertollano, protegiendo el tren. Solo tres guardias civiles protegen a este pueblo– responde Juan Corchado visiblemente enojado. –No tenemos ahora tiempo de discusiones sobre cosas pasadas, coged las escopetas y vamos a dar una lección a esta banda de desgraciados, los carlistas están asaltando algunas casas y si no actuamos no habrá Dios que nos pueda ayudar– indicó Martín. –Yo me voy a la torre de la Iglesia, creo que puedo entrar por el antiguo pasadizo de los Calatravos y desde allí, a la salida del sol, me puedo parapetar, el resto cubrid las salida de la Plaza y animad al pueblo a tomar las armas. Procurad también que alguien intente llegar a Puertollano a caballo, a ver si la columna puede llegar a tiempo de ayudarnos a expulsar a éstos miserables- responde José Villa tomando el mando.
Fotografia de Regino Mergeliza, General Carlista
La reunión se disuelve y sigilosamente salen todos de la vivienda cubriéndose con sus capas. A la salida del sol una ráfaga de disparos rompe la calma tensa en la que se encontraba el ambiente, dos carlistas que se encontraban en la zona sur de la plaza Mayor caen heridos. Sus compañeros comienzan un intercambio de tiros con Villa, que se encontraba situado en la parte alta de la torre de la iglesia, y con otros vecinos que se atrincheran en sus casas cercanas a la plaza. Los carlistas se encuentran desconcertados, no esperaban resistencia belicosa y el cansancio de una noche en vela comienza a hacer mella en ellos.
Los cabecillas de los carlistas, que se encontraban bebiendo y comiendo algo en la casa del depositario, salen rápidamente al escuchar los disparos y al ver el desconcierto entre sus tropas y el efecto enaltecedor en la población de la respuesta de Villa contra ellos, indican que se arramble con todo lo que se pueda. –Tocad para retirada– Espeta Merendón a sus compañeros –Si por el camino cogéis algo de comida y dinero no lo dudéis, nos vendrá bien, estos desgraciados se van a acordar de nosotros–.
En una atropellada salida las tropas carlistas se reagrupan en la plaza de San Benito mientras continua el intercambio de tiros con la población. Víctima de uno de estos disparos cae el pobre Silverio, un albañil totalmente inofensivo cuya curiosidad le llevo a asomarse a la plaza y tener la desgracia de recibir un disparo. Los carlistas toman dirección por la calle Rodero y salen por donde entraron camino de San Sebastián. En su salida golpean a los vecinos que se encuentran a su paso, hiriendo a alguno gravemente y prenden fuego a toda la mies almacenada en las eras del prado, una catástrofe para el pueblo, buena parte de la cosecha del año se ha perdido.
Extracto de la columna parecida en el periódico La Discusión Madrid 22-7-1873, nº 1496
Hacia las 8 de la mañana, la columna de tropas liberales procedente de Puertollano llega a Almodóvar; la acompaña el Notario Maján, el cual de regreso de Madrid fue informado en la propia estación de la situación en Almodóvar, por el jinete que había salido hacia unas dos horas de Almodóvar. El Notario convenció al jefe de las tropas para que las movilizaran rápidamente. La columna sale en persecución de las tropas carlistas y aunque los ven y tienen posibilidad de alcanzarlos, rehuyen de ello a sabiendas que ya han sido expulsados del pueblo y que no querían un enfrentamiento directo con los Carlistas que pudiera causar bajas.
Durante ese día el Pueblo llora la pérdida de la cosecha y los daños personales y materiales. Se había logrado expulsar a los bandoleros pero el precio pagado había sido alto. La sensación era agridulce, por un lado el orgullo de haber estado unidos combatiendo al que intentaba robar y amedrentar, por otro lado las perdidas acaecidas, en algunos casos irreparables. A partir de ese día y durante unos meses el vecindario se organiza en cuatro compañías con el fin de vigilar el territorio; existe miedo a una nueva incursión vengativa por parte de los carlistas y esta vez no podían pillar desprevenido al vecindario.
Durante varios meses partidas de carlistas vagaron cerca de Almodóvar, incluso en enero de 1874 lograron nuevamente entrar, aunque en esa ocasión no encontraron resistencia alguna, tomando raciones de comida y algo de dinero. El 29 de diciembre de 1874, se proclama a Alfonso XII Rey de España y la presión carlista se rebaja en la zona, iniciándose un periodo de paz y prosperidad local.
Los cabecillas carlistas de la incursión a Almodóvar del Campo, Merendón y Feo de Cariño, morirían entre los años 1873 y 1874 en otras incursiones y escaramuzas defendiendo sus ideales.
Referencias:
- Historia de Almodóvar del Campo. Edgar Agostini y Banús
- El pensamiento español 19 de julio de 1973
- La Discusión Madrid 22-7-1873 nº 1496
- La Iberia Madrid 22-7-1873 nº 5154
- Merendón, Un Carlista Manchego Singular (1849-1843). Francisco Asensio Rubio. La Albolafía pag. 149-169